Así como muchos extrañan el buen rock de las décadas de los 80s y 90s, muchos recuerdan la época del bipartidismo como un pasado mejor. Años donde era más sencillo ocupar el poder y, en teoría, gobernar.
Para ellos el entorno actual es caótico, mucho más difícil de predecir y controlar. Extrañan la simpleza de los ciclos continuos de una máquina muy bien ajustada durante décadas.
Pero así como toda buena historia necesita de un villano, la ruptura del bipartidismo también lo tiene. Para muchos siempre es un tercer partido político o una figura magnética emergente que triunfa, rompiendo el engranaje de la máquina. El detalle radica en que el villano depende del narrador de la historia.
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