Al combinarse la disponibilidad de noticias en línea con una mayor penetración de Internet en el país, cada día es menor la necesidad de comprar la edición impresa de un periódico. Para un medio como La Nación que depende de esas ventas, no importa cuán influyente sea, ésto es un grave problema. Y si a eso le sumamos que la publicidad que puede colocarse en la edición digital no compensa los ingresos perdidos por la disminución en la venta de publicidad impresa el problema se hace aún mayor.
Ayer (lunes 15 de junio, 2015), La Nación anunció que cobrará por su contenido digital y las reacciones no se hicieron esperar, algunos inclusive ya anticiparon su muerte. No voy a negar que en otras ocasiones la estrategia del Grupo Nación ha generado dudas, como el reciente cierre de la radio ADN, pero cobrar por el contenido digital no es un suicidio y menos aún en la actual situación del periodismo a nivel mundial.
Si no se puede hacer la misma cantidad de chocolate con menos cacao, ¿cómo hacer buen periodismo si no hay ingresos suficientes para pagarle a los periodistas? Internet ha golpeado el periodismo como negocio, especialmente a los impresos. Los medios han probado distintas opciones para generar ingresos sólidos de sus ediciones digitales, pero no ha sido una tarea fácil ni exitosa. Colocar publicidad en la edición web ha sido el método más aceptado, pero cambiar la publicidad impresa por la digital es como cambiar dólares por centavos, lo que ha obligado a los medios a convertir cualquier cosa en noticia para generar más visitas en su sitio web y mostrar así más publicidad. Esto, lógicamente, ha ido en detrimento de la calidad de las noticias. El problema es que ni aún así la publicidad logra cubrir todos los costos que genera la operación de un medio digital.
El New York Times fue el primer gran periódico en hacer lo impensable: cobrar por su edición digital. Esto se logra estableciendo un muro de pago (paywall) donde el visitante tiene derecho a ver una limitada cantidad de páginas al mes, pero si quiere ver más debe pagar una suscripción. Aún en 2011 la idea de cobrar por contenido digital era risible, pero hoy en día el 52% de los ingresos del New York Times se generan por esta vía. Ellos demostraron que el usuario estaba dispuesto a pagar por contenido de calidad. (Por favor, hay que hacer énfasis en la palabra «calidad»). Si es lógico pensar que año con año irán disminuyendo la venta de ediciones impresas, apostarle al muro de pago tiene sentido. Ahora La Nación hace esa misma apuesta. ¿Tendrá éxito?
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