Si buscamos en Google por nombres de emprendedores famosos nos vamos a topar con Bill Gates, Steve Jobs, Walt Disney, Thomas Edison, Henry Ford, Richard Branson, Charles Schwab, Oprah Winfrey, Sam Walton, Ray Kroc, Ross Perot, Jeff Bezos y Michael Dell, sólo por citar algunos de ellos.
Todos son ejemplos de emprendedores muy exitosos todos ellos que han dejado una huella en el mundo, pero también todos son multimillonarios. Y es aquí donde yo me pregunto: ¿por qué el éxito financiero es una condicionante para definir el éxito como emprendedor?
Según Wikipedia, un emprendedor es una persona que diseña, lanza y pone en funcionamiento un negocio partiendo de una innovación. Bajo esa premisa, el título de emprendedor lo podrían ostentar muy pocos porque no todos desarrollan a partir de una innovación.
Un persona que copia una idea de negocio, una venta de hamburguesas por ejemplo, y la desarrolla en una zona geográfica diferente, sigue siendo emprendedor aunque no haya innovado absolutamente nada. Mientras genere por lo menos un empleo y dinamice la economía, para mi, califica. ¿Pero qué lo hace realmente exitoso?
Aunque el dinero es una forma mundialmente aceptada de medir el éxito de un proyecto, no puede ser la única porque no todos parten en igualdad de condiciones. En algunos países, por ejemplo, hay acceso a capital de riesgo y eso facilita mucho las opciones de éxito. En países donde no está disponible, se arranca en desventaja. Así que tenemos que buscar otra forma de medir.
¿Cómo lo haría yo? Sencillo, con el impacto social del emprendimiento. Todos los emprendedores que mencioné anteriormente, además de millonarios, también generaron un impacto social. Y eso es realmente lo que cuenta porque el negocio puede caer en cualquier momento y por cualquier causa. Todos los negocios son cíclicos y tienen fecha de expiración. Ningún negocio subsiste manteniéndose estático en el tiempo.
Este cambio en mi mentalidad hizo que volteara la mirada hacia un emprededor diferente. Uno que murió pobre, pero a quien hoy todos le agradecemos su aporte a la industria del entretenimiento. Su nombre, Georges Méliès.
¿Quién era?
Méliès, fue hijo de un zapatero de renombre que no quiso seguir los pasos de su padre. Se retiró del negocio familiar y compró el teatro Robert Houdin en 1888, del cual fue director. Sin embargo, no fue sino hasta 1895 cuando su vida encontró su propósito.
En ese año fue invitado a la presentación del cinematógrafo de los hermanos Lumière y fue «amor a primera vista». Como no logró convencerlos allí mismo de que le vendieran uno, contactó con el inventor Robert William Paul para que le vendiera otro. No pasó mucho tiempo antes de que Méliès, aprovechando sus habilidades mecánicas, convirtiera el cinematógrafo en una cámara con la que pudo filmar sus películas, naciendo así quien sería llamado el primer mago del cine.
El 5 de abril de 1896, hace 120 años, proyectó las primeras películas en su teatro. Construyó lo que hoy se conoce como el primer estudio de cine y fue pionero en los efectos especiales. Todos hemos visto alguna recreación de la famosa escena donde un cohete se estrella contra en el ojo de la Luna? Pues bien, eso es Méliès.
Persiguiendo la Luna
Puso toda su esperanza en su nuevo gran proyecto, Viaje a la Luna. Pero así como en el mundo del cine no puede haber un superhéroe sin un archienemigo, Méliès tuvo el suyo: Thomas Alba Edison, uno de los inventores, y ladrones, más famosos de la historia.
Edison, al enterarse de la existencia de la película, pagó para que hicieran copias ilegales. Cuando Méliès trató de exhibirla en los Estados Unidos ya Edison había ganado una fortuna con ella. El verdadero genio no había recibido nada por su creación.
Estaba prácticamente arruinado. Luego vino la guerra y la situación se complicó todavía más. Incapaz de seguir filmando películas, cerró su estudio y abrió una pequeña tienda de juguetes y dulces junto a su esposa en la estación de tren de Montparnasse.
Aunque obtuvo el reconocimiento merecido poco antes de su muerte, Méliès terminó sus días en una casa de jubilados, olvidado y pobre.
Todos los que hoy disfrutamos de una película de ciencia ficción le debemos algo a Méliès. Su ingenio y su fortaleza para perseguir un sueño marcó la historia del cine.
En mi opinión Méliès, al igual que muchos otros que nunca llegaron a ser multimillonarios, también debe ser llamado un emprendedor de éxito.
¿Te pareció interesante? ¡Comparte! ¿No estás suscrito al blog? ¡Hacelo aquí!
Deja una respuesta