La lista es larga. En 2005 Carlos Avendaño (PRC) subió al Monumento Nacional para protestar por el cierre de templos evangélicos, necesitando luego la ayuda del cuerpo de Bomberos para poder bajar. En 2010, Víctor Láscarez (PLN) y Óscar López (PASE) se enfrentaron verbalmente en el plenario, retando el primero al segundo a los golpes, a pesar de que López es no vidente. En 2011, Fabio Molina (PLN), en el plenario, acusó a otros diputados de aplicar la «ideología del chuchinguismo político» contra la Presidenta Chinchilla, concepto que a la fecha solo él entiende.
En 2012, Carmen Granados (PAC) se subió sobre una patrulla de la Fuerza Pública a las afueras del edificio de la CCSS en San José para detener el arresto de unos manifestantes. En 2018, el diputado Jorge Arguedas (FA) tiró un vaso con agua al plenario luego de terminada la votación de una moción que le otorgó un trámite abreviado al Proyecto de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas.
En 2019, un audio filtrado del diputado Melvin Núñez (PRN) hizo reír al país entero al afirmar que era estúpido pero no idiota (sic). En 2020, la prensa revela que el diputado Eric Rodríguez Steller (PIN) participaba en un grupo de Whatsapp llamado «Muerte LGTBI y Nicas».
Y este año, el 22 de marzo, Nidia Céspedes, diputada independiente por la provincia de Alajuela, originalmente escogida por el PRN, el mismo de Melvin Nuñez, anunciaba que protestaría en el centro del plenario contra un proyecto de ley [no presentado] que legalizaría el aborto. Su protesta se extendió por 44 días, manteniéndose en medio del plenario mientras la Asamblea Legislativa continuaba con sus funciones habituales.
Pero como si eso no fuera suficiente irrespeto al primer poder de la República, Céspedes intentó además sabotear la juramentación del nuevo Directorio Legislativo, colándose en la fotografía ondeando un pañuelo azul en protesta. Al final, cambiaron la posición para evitarla.
La lista de hechos bochornosos por parte de nuestros diputados es larga y basta tomarse el tiempo para ver las intervenciones de control político para caer en cuenta que éstas se convirtieron en espacios donde los diputados hablan de cualquier tema, en cualquier tono.
En la teoría, los 57 diputados son los representantes de la voluntad del pueblo, pero éste se siente cada vez menos identificado con ellos. Visto en números, en noviembre de 2020 la Asamblea Legislativa se colocó en el antepenúltimo lugar en una encuesta del CIEP sobre valoración institucional, alcanzando apenas 4.4 puntos, solo por encima del Gobierno (4.0) y de los partidos políticos (3.4). Y se colocó tan solo 0.2 puntos por debajo de los sindicatos.
El país no ve con buenos ojos la gestión de los diputados y, aunque las causas son muchas, el problema lo podemos resumir en que muchos de los que hoy ocupan una curul no están a la altura del cargo. Y peor aún, lo hacen notar.
Tomemos por ejemplo el Partido Restauración Nacional (PRN). Fue fundado en 2005 por Carlos Avendaño luego de que éste fuera diputado en 2002 con el partido Renovación Costarricense. En 2006, 2010 y 2014 obtiene un único escaño, objetivo para el cual fue fundado. Sin embargo, en 2018, teniendo a Fabricio Alvarado como candidato presidencial, un hecho fortuito mal manejado por la mayoría de los otros candidatos, lo catapultó a ganar la primera ronda y a colocar 14 diputados, entre ellos a Avendaño, Nuñez y Céspedes.
Ni Nuñez ni Céspedes estaban preparados para ocupar una curul. De hecho, ni siquiera estaba planeado que tuvieran una oportunidad de hacerlo, su función era simplemente completar una papeleta. O sea, estaban allí por un formalismo. Sin embargo, al llegar la resolución de la Corte IDH sobre el matrimonio igualitario y polarizarse la elección, Alvarado los llevó hasta una curul.
Ese hecho envió un peligroso mensaje a muchos aspirantes y a la misma clase política: cualquiera puede ser diputado. Esto, lógicamente, atentará contra la calidad de los diputados, colocando a la Asamblea Legislativa en una espiral de deterioro continuo.
Diputados por accidente
Pensemos en el problema. Mucho hablamos de cómo elegimos al presidente, pero poca atención le prestamos a cómo elegimos a los diputados.
En resumen, las probabilidades de ser diputado en Costa Rica crecen si se dan cualquiera de éstas dos condiciones: Primero, si se es parte del PLN. No importa si el partido llega a las elecciones con un mal candidato a las elecciones, como en 2014 y 2018, obtendrá la mayor cantidad de curules. Históricamente es el partido más relevante del país a nivel sectorial, por eso también obtiene también la mayor cantidad de alcaldías.
Y segundo, si se acompaña a un candidato en un pico de popularidad. Por ejemplo, Otto Guevara, cinco veces candidato presidencial por el Movimiento Libertario, obtuvo la mayor cantidad de diputados en 2010, nueve, cuando alcanzó el 20,92% de los votos totales. Fue su mejor resultado en cantidad de votos y escaños.
El Partido Integración Nacional tuvo a Walter Muñoz como candidato presidencial continuamente entre 1998 y 2014, alcanzando solamente una curul en 1998, el mismo Muñoz. Sin embargo, en 2018 tiene como candidato el abogado Juan Diego Castro, una figura bastante mediática, que consigue el quinto lugar en la tabla final con 9,52% de los votos, y alcanza a colocar 4 diputados, entre ellos a Muñoz y a Rodríguez Steller.
Entonces, salvo en el PLN donde existe la tradición y la territorialidad, hay una relación entre la popularidad el candidato y la cantidad de curules alcanzadas.
Si Fabricio Alvarado no se hubiera convertido en el candidato más beneficiados de la polarización del 2018, Restauración Nacional no hubiese pasado de uno o dos diputados. O sea, hay doce diputados extra del PRN por una circunstancia externa, o como suelo llamarlo, por un accidente de la democracia.
Y aclaro que no dejo de lado el trabajo territorial, que es lo que coloca a diputados de partidos pequeños y provinciales. Sin embargo, son procesos que difícilmente pasarán de un par de diputaciones.
¿Cómo mejorar la calidad?
Nos gusta creer que las mejores soluciones son las más complejas. Yo creo en la simplicidad. Por eso pienso que muchas veces basta con modificar ligeramente las reglas del juego para que cambien los jugadores, y con mejores jugadores habrá un mejor juego. Sin necesidad de pensarlo mucho, hay tres medidas que se podrían tomar para mejorar la calidad de los diputados:
Un proceso de cribado interno
En pocas palabras, los partidos políticos son los únicos responsables de la mala calidad de los diputados. En ellos recae la obligación de filtrar el proceso de selección de candidatos y aplicar los puntos de control necesarios para proponer sólo a las personas idóneas para el puesto.
Sin embargo, los partidos hacen caso omiso de esta responsabilidad, algunos porque no lo consideran necesario dadas las bajas posibilidades de éxito, como el PRN en 2018, otros por el diseño semi democrático de su proceso de selección, como en el PUSC, y finalmente otros por el peso político de cada nombre, como en el PLN.
Y como nota aparte, no deja de llamar la atención que la visión cortoplacista de los partidos políticos no encuentre el valor estratégico de tener buenos diputados. Es fácil, una buena gestión se convierte en buena publicidad.
Conocer por quién se vota
A esto se podría llamar una imperfección del sistema electoral. A la hora de elegir un presidente vemos en la papeleta el nombre y la fotografía, pera la hora de elegir los diputados lo hacemos por el nombre del partido. Ergo, y aunque suena absurdo, no sabemos por quién estamos votando. Poder conocer el nombre del diputado y su currículo podría hacer un gran diferencia.
El proyecto de elección de diputados vía listas abiertas es un avance en ésta dirección, pero el mecanismo propuesto no deja de ser complejo y no cancela el momentum del candidato, detalles que igual influyen en la mala representación, como ya lo hablamos.
Cambiar la fecha de la elección
Esta es la medida más inusual, pero tal vez la más efectiva y sencilla. Mover la elección de diputados dos años para que coincida con la de los alcaldes.
Como lo vimos anteriormente, la elección de diputados puede verse afectada por la popularidad del candidato en un momento dado. Si movemos la elección de diputados dos años, ese efecto se cancelaría, alejando la elección del calor del momento.
Siguiendo esta lógica, las diputaciones que alcanzaron el PRN y el PIN en 2018 hubieran sido menos si la elección de diputados se distancia de la de presidentes.
Si el partido oficialista hace una buena gestión los primeros dos años, el pueblo podría premiarlo con más diputados. Así mismo, una mala gestión de los diputados impactaría directamente en las posibilidades del partido por llegar a la presidencia. En otras palabras, se podría convertir en un ciclo de mejora constante.
Ahora, esta medida implica hacer ajustes en el modelo de financiamiento de las campañas electorales, pero calculando el costo en tiempo perdido que representa para un país una Asamblea Legislativa lenta y errática, bien vale la pena el ajuste al modelo.
¿Ocupamos más diputados?
Mucho se ha hablado de que se necesitan más diputados, pero si algo nos ha enseñado esta última Asamblea Legislativa es que ésta puede operar bajo parámetros normales con menos diputados. Aumentar la cantidad no haría gran diferencia si no se establecen puntos de control mínimos, tanto por parte de los partidos como por parte de las autoridades y ciudadanos. Y de existir los puntos de control correctos, los 57 escaños actuales serían suficientes.
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