Ideas poco convencionales

La agonía de los partidos políticos

Así como muchos extrañan el buen rock de las décadas de los 80s y 90s, muchos recuerdan la época del bipartidismo como un pasado mejor. Años donde era más sencillo ocupar el poder y, en teoría, gobernar.

Para ellos el entorno actual es caótico, mucho más difícil de predecir y controlar. Extrañan la simpleza de los ciclos continuos de una máquina muy bien ajustada durante décadas.

Pero así como toda buena historia necesita de un villano, la ruptura del bipartidismo también lo tiene. Para muchos siempre es un tercer partido político o una figura magnética emergente que triunfa, rompiendo el engranaje de la máquina. El detalle radica en que el villano depende del narrador de la historia.

No, la máquina no se dañó por culpa de un tercero. Si hay un responsable, son sus mismos operarios. El bipartidismo no se acabó por un tercero en discordia, se acabó porque los partidos no supieron, o no quisieron, evolucionar. Creyeron que la máquina funcionaría por siempre, y no fue así.

Contrario a la creencia de muchos, los partidos políticos no agonizan porque un tercero los ataca, lo hacen porque sus líderes fallan. Y lo hacen en dos puntos muy específicos: se vuelven irrelevantes o defraudan a sus seguidores.

Irrelevancia ideológica

Las ideologías son para los fanáticos, la mayoría de la población busca una solución en función de su circunstancia, la cual está definida por su realidad. En otras palabras, cualquier ideología cede ante la necesidad del momento, así como cualquier ideología funciona si soluciona un problema.

Pero además, hay partidos cuya identidad está definida por una posición ideológica que quedó, o tiende a quedar, obsoleta. La sociedad se vuelve más dinámica y flexible mientras el partido mantiene la rigidez de su marco ideológico. Ante un choque de ese tipo, siempre será el partido el que pierda. Y cuando ese momento llega, lo mejor es retirarse de la ecuación so pena de convertirse en una organización electoral en busca de un espacio sobrante.

Seguidores defraudados

Todo vínculo se establece a partir de una relación de confianza. Cuando ésta se rompe, el vínculo es muy difícil de mantener.

Y aquí podemos hablar desde los casos extremos como ex presidentes cuestionados y condenados, hasta lo usual, no cumplir con lo prometido o quedar debiendo en el cargo. Para explicarlo en términos sencillos, si todo voto es emocional, lo peor que puede hacer un partido es faltar a las expectativas de sus seguidores.

Son pocos los que colocan su esperanza en un partido para ganar, la gran mayoría lo hace para que éste lo ayude a estar mejor. ¿Qué sucede si la persona siente que no está mejor? Lo usual, mirará en otra dirección o dejará de creer en el sistema.

¿La verdadera causa?

No importa si el partido político cae en la irrelevancia ideológica o si termina defraudando a sus seguidores, al final la causa es siempre la misma: pierde la conexión con la gente.

En el momento que el bienestar de la persona deja de ser a razón de la existencia del partido, empieza a erosionarse. Y eso sucede hoy con el PLN, con el PUSC, con el PAC y muchos otros. Cada día son más pequeños e irrelevantes porque la gente dejó de ser un propósito y se convirtió en un activo electoral.

Hoy la gente se aglutina en función de una persona y un momento, o sea, lo hacen en función de una circunstancia, pocos lo hacen por un partido. Y si lo vemos con cuidado, cuando el partido más grande del país, el PLN, que es realmente una minoría que cada día se hace más pequeña, la lucha no es por crecer, es por subsistir. Y la misma suerte la corren todos.

Y es por eso que no deja de causar curiosidad cuando un político habla de las bases de un partido o del voto duro. ¡Eso ya no existe! Es una añoranza. El voto duro es una ilusión del pasado, algo que cada día es más pequeño y no tiene razón alguna para crecer.

Hoy los partidos políticos son sus propios enemigos. Los números y los resultados lo demuestran una y otra vez. Pero si son incapaces de voltear la mirada a la gente, ¿cómo van a verse a sí mismos? ¿Cómo pretenden que se les preste atención si perdieron su razón de ser?

¿Y la solución?

La sociedad se mueve mucho más rápido que los partidos, y ante la negativa de éstos a mirarse a sí mismos, regresar a los años cuando eran relevantes por sí mismos es poco probable en el corto plazo. Sin embargo, deben existir como estructuras de un proceso electoral, así que de alguna forma deben mantenerse activas.

El futuro no está en los partidos, está en los movimientos. Grupos de personas que se organizan, como un partido, pero en torno a un propósito. Movimientos que construyen a partir de la persona, que nacen y se transforman para buscar la solución de un problema, no para alcanzar el poder. Y que morirán cuando su propósito se haya cumplido, o cuando fallen en cumplirlo.


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2 comentarios

  1. Jorge Rodriguez Vives

    Excelente comentario! Gracias por compartirlo!

  2. Luis Fernando Sánchez Mondragón

    Un excelente análisis..¡¡

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